Artista de lo oculto, dandy psicodélico, mago ilustrador de Poe y el Drácula anotado de Stoker, alquimista de la imagen y el color. En 1970, la revista inglesa Man, Myth & Magic, a través de su colaborador Robert W. Neubert, le entrevista en su búnker-estudio de San Francisco. "Llamas azules y naranjas brillan desde una urna antigua y arrojan sombras danzantes sobre una cámara subterránea con poca luz en San Francisco, California. Viejos tapices de tonos oscuros cuelgan de las paredes y del techo bajo. Los objetos de arte ocultista se amontonan en cada esquina. La música barroca del clavicémbalo se filtra a través del aire perfumado con incienso. Suena una suite de Henry Purcell. Bajando por una escalera de madera hacia la cámara casi negra, comienza a distinguirse la figura de un hombre alto y flaco, de cabello castaño que fluye, una camisa de estilo occidental azul oscuro y pantalones acampanados grises. Lleva bajo el brazo un collage o fotomontaje de aspecto místico que ha creado recientemente. Es un póster, y en él hay representada una inquietante colección de temas renacentistas y medievales, increíble en su intensidad, color y creatividad".
De este modo Neubert narra su primer encuentro con el artista Wilfried Podriech, llamado Sätty, y su aparición totalmente premeditada, estudiada para provocar una reacción, como si de un pequeño ritual se tratara. Una de las escasas fotografías que Sätty consistió en dejarse tomar y publicada en ese mismo número de la revista, así lo pone de manifiesto. En ella vemos a Sätty sentado en una especie de trono, rodeado de extraños objetos de origen extraño adquiridos por el artista en los años en que navegó en barcos mercantes por todo el mundo, ferozmente iluminado de rojo y naranja por el fuego que brilla en una urna. Hay sombras danzantes que la cámara no recoge. Quizás sean sombras que solo Sätty es capaz de capturar en sus collages, en sus libros de ilustraciones. El techo bajo de madera del búnker está recubierto de doseles y telas. Sätty tiene una copa en la mano. Sätty está comenzando a beber demasiado. La escenografía consigue los efectos que busca.
Man, Myth & Magic, la revista inglesa dedicada a lo sobrenatural y el ocultismo, editada por Richard Cavendish y que cuenta con colaboradores como John Symonds, biógrafo de Aleister Crowley o el historiador de las religiones y miembro del Círculo Eranos Mircea Eliade, se ha hecho eco de la repercusión del joven artista de entonces 31 años. Dicen que gente del cine con ciertas inclinaciones oscuras como Francis Ford Coppola, Jack Nicholson, Dennis Hopper o Dean Stockwell, Michael Douglas y su entonces novia Brenda Vacarro, -en ese momento grabando los capítulos de la serie Las Calles de San Francisco-, el poeta beat Lawrence Ferlinghetti, el poeta beat Bob Kaufman, el poeta beat Allen Ginsberg, Jerry García de The Grateful Dead o miembros de Jefferson Airplane, el satanista Anton LaVey y el extraño científico físico autodenominado como Dr. Caligari (quien se suicidaría tiempo después saltando del famoso puente Golden Gate de la ciudad, en un extraño ritual), el director de cine alemán Wim Wenders, el director de cine checo Milos Forman, Sly Stone, con o sin su familia Stone, políticos, columnistas underground o mainstream, muchachas de colegios católicos que quieren satisfacer sus fantasías luciferinas y que allí lo consiguen o tratan de conseguirlo y otras personas bien conocidas del show bussiness californiano que compran sus obras; ilustraciones que Sätty produce en masa (a pesar de mostrar continuamente su desprecio por el negocio artístico o sus frecuentes apariciones en la revista Rolling Stone), posters para bandas psicodélicas u otras y portadas de discos para artistas como Beaver & Krause, Sopwith Camel, George Duke o el álbum recopilatorio The Occult Explosion -un artefacto de spoken word donde ocultistas como Rosemary Brown, Anton LaVey, Allan Watts, Nat Freedland, Black Widow, Indra Devi o Peter Hurkos entre otros exponen su visión sobre satanismo, yoga, astrología, brujería, parapsicología, OVNIs, o magia índia americana- películas y festivales. También se dejan caer por su búnker-estudio (en realidad apenas un cuchitril mal ventilado al que únicamente se puede acceder a través de unas escaleras de madera que amenazan con venirse abajo) donde dicen las lenguas viperinas que tal es el lugar donde se entregan a ceremonias ominosas y libertinas, viajes de drogas psicodélicas y otras prácticas más oscuras aún. Dicen que la artista ocultista Marjorie Cameron se deja caer por allí, dicen que el director homosexual y ocultista Curtis Harrington se deja caer por alli, dice que el judío ocultista Wallace Berman se deja caer por allí, dicen que el poeta ocultista John Fles... Dicen también que Kenneth Anger, también director, homosexual y ocultista se ha dejado caer por allí. Dicen que allí cualquier cosa es posible. Neubert echa un vistazo al lugar, a sus rincones, aquí y allá, los objetos dejados estratégicamente pero como si nada conformando un pandemonium que sugiere tanto un deseo de caos como de dominar ese caos (la mente del artista, su consciencia y su forma de ver y entender el mundo y sus cosas) y se dice a sí mismo que si fuera un poco más grande... bastante más grande, entonces sí, quizás cualquier cosa pudiera ser. En principio le interesa el interés de Sätty por el misticismo y lo oculto. Su revista cree que que pueden conseguir un buen artículo del artista alemán afincado en Frisco. El vuelo desde Gran Bretaña no sale barato.
"La alquimia puede ser un estado de ánimo. Un estado del ser", dice a Neubert el artista. Luego trata de desarrollar la idea con respecto al arte y la creación: "Existe algo así como la alquimia visual o intelectual o artística. La mente no desarrollada puede considerarse similar al plomo, la mente plenamente realizada como el oro. Y lo mismo es cierto del arte. Gran parte del arte contemporáneo es plomo". Después, lanza una puya contra el arte abstracto: "El arte abstracto es solo eso, abstracto. La historia lo registrará como una mera forma de arte decorativa que existió como solo un destello en la historia de la humanidad". Neubert dice no estar de acuerdo con tal afirmación y cita a Paul Klee, el cubismo, Kandinsky, Hans Hartung, Henri Michaux, Brion Gysin... casi todos ellos con claros intereses por el ocultismo y/o el misticismo. Sätty no da su brazo a torcer y continúa: "A veces trato mis obras como jeroglíficos. El pensamiento ejerce una vigilancia y controlo el conjunto por una serie de criterios para conseguir una sensación determinada y es por esto que ciertos movimientos incontrolados, que son los que rigen el arte abstracto, los rechazo. Es muy parecido a la escritura, pero la escritura a veces produce malentendidos porque depende del sentido común, y es por eso que yo prefiero hacer sentir visiones que tratar de hacer comprenderlas. También estoy muy interesado en la mezcla de colores, que asimismo considero una forma de alquimia. Al experimentar con nuevas aplicaciones de colores, creo que puedo ayudar a abrir el subconsciente. Cuando imprimo estas nuevas combinaciones de colores sobre impresiones místicas, uso la gran prensa de litografía como si fuera un pincel ". La exploración de las profundidades del subconsciente es una de las grandes preocupaciones de Sätty.
Sätty le cuenta a Neubert que nació en la ciudad alemana de Bremen en 1939, apenas unos meses antes del estallido de la 2ª Guerra Mundial. No había cumplido un año de vida, cuando la ciudad sufrió el primero de los 173 bombardeos sufridos entre ese 18 de mayo de 1940 y el 24 de abril de 1945, en el transcurso de los cuales se arrojaron 890.000 bombas que mataron a 3.562 personas. Sólo durante los bombardeos de 1942, Bremen recibió 500 toneladas de bombas al día. Acostumbrados a pasar largas noches en refugios subterráneos, el búnker antiaéreo en el que se escondió una noche junto a su familia sufrió un impacto directo que mató a la mayoría de sus varios cientos de ocupantes. La ciudad quedó casi por completo devastada y dentro de la Zona de ocupación norteamericana. Este paisaje desolado, un terreno lleno de cicatrices, cuerpos destrozados, miasmas, esqueletos de edificios y ruinas fue el inmenso campo de juegos surrealista donde creció Sätty.
"Al terminar la guerra, yo tenía seis años. Por lo que a mí respectaba, la ciudad siempre había sido así. Escuchaba las quejas de los mayores, cómo maldecían y lloraban, cómo bajaban la cabeza ante los soldados norteamericanos mientras iba de la mano de mi madre. Para mí, la ciudad entera era un fascinante jardín de juegos. La tierra se abría en surcos, socavones de las bombas, heridas que dejaban ver sus entrañas, a veces negras. Muchas veces, dentro de las oquedades, podían verse juguetes rotos, discos de pizarra, rastros de objetos caseros, fotografías de personas y soldados... huellas de vidas clausuradas o que habían cambiado por siempre jamás.
Mis amigos y yo, solíamos abrirnos paso a través de alguna de aquellas zanjas buscando viejas bodegas que habían quedado sepultadas en los bombardeos. Cuando estábamos bajo tierra, en los túneles que cavábamos, me daba la sensación de estar atravesando la consciencia misma del mundo y las personas. Bueno, esto es algo que pensé más tarde. De pequeño no tenía esa capacidad para buscar las palabras, pero sí tenía el sentimiento. A veces encontrábamos comida, conservas o legumbres mohosas, cosas sucias e inservibles por la humedad o el barro, un par de botellas de vino. En cierta ocasión nos topamos con dos cadáveres. Estaban vestidos; eran una mujer y una niña. Supongo que se habían refugiado en la bodega por los bombardeos y luego no habían podido salir. No me dio miedo; estaban sentadas en dos sillas y parecían más dos muñecas que muertos.
En nuestras búsquedas teníamos que tener cuidado con una banda de saqueadores. Eran sobre todo niños y jóvenes huérfanos, muertos de hambre, que trabajaban para verdaderos delincuentes y buscaban cualquier cosa que luego pudieran vender en el mercado negro o a los soldados norteamericanos, con los cuales también se prostituían por unas pocas monedas o cualquier golosina. Nosotros, que teníamos todos padres o madres, procurábamos no acercarnos a los soldados; aunque a mí me atraía mucho la presencia extraña de los soldados negros. Recuerdo el efecto que me produjo sus rostros oscuros en contraste con las amplias sonrisas de dientes blancos y brillantes. Aquello me desconcertaba.
Yo siempre he sido un artista. Incluso en aquellos días, siendo un niño, en la ciudad devastada, y empujado como buen alemán a ser educado para las cosas técnicas. Acudía casi cada día a la casa de Frau Bonhoff a aprender a dibujar. Decir que aquello era una casa es quizás decir demasiado: a la casa le faltaba literalmente una pared. Frau Bonhoff se había negado en varias ocasiones a abandonar la casa. Decía que debía esperar el regreso de su marido, desaparecido hacía meses, quizás años. Herr Bonhoff era uno de aquellos hombres, fanáticos del Furher, que se había recortado el bigote y se peinaba como él. Tras la guerra, en plena psicosis por encontrar al desaparecido Hitler, muchos de estos hombres habían sido detenidos o fusilados en plena calle por las tropas aliadas o soviéticas. Herr Bonhoff no volvió nunca. La casa cayó desplomada. No sé qué ocurrió con Frau Bonhoff.
Tan pronto como pude, dejé Alemania para trabajar como marinero. Fue entonces cuando comencé a coleccionar arte y libros en serio, porque pude comprar cosas en todo el mundo. Navegué por los siete mares y conocí gente sorprendente. En el mar de Bering rescatamos a un nativo a punto de naufragar. Al subirlo a bordo nos contó que una focas de casco habían atacado su kayak, que era un chamán que se dirigía a las islas Diomedes para tratar de convencer a un espíritu que dejara de amedrentar y asustar a los habitantes de la pequeña isla. Le dejamos sano y salvo en la isla y antes de tomar tierra se dirigió hacia mí y me dijo que yo no debía regresar a casa y luego me regaló su bastón de diente de narval . Nunca he vuelto a Bremen".
En 1961, poco antes de cumplir los veintidós años, su buque atraca en San Francisco, Wilfried Podriech desembarca y decide quedarse en la ciudad. Nace entonces Sätty. Sätty elige su alias en honor al faraón Seti I, hijo de Ramsés I y Sitra. Sätty ha oído hablar de los poetas beat y la revolución beat que él cree mágica y se dirige al barrio de Haight Ashbury donde dice la leyenda que el mundo está siendo transformado. Pronto agota su paga de marinero y Sätty se ve forzado a dormir en parques o casas ocupadas mientras vende por unas pocas monedas o intercambio de comida retratos y dibujos. Mientras tanto va conociendo a pobres gatos y gatitas, poetas beat, bohemios y bohemias, almas en pena que visten de negro y se van transformando en fantasmagorías de sí mismos en tugurios de jazz, pintores y dibujantes dignos de Un Cubo de Sangre (Roger Corman, 1959) y otros dignos del olvido del día de hoy. En el día de hoy, el turista cultural, aquel que quiere sentirse beatnik por un día puede darse un recorrido beatnik comenzando en el muy beatnik Jack Kerouac Alley donde una tapa de alcantarilla recuerda la epopeya beatnik y luego ir a pillar un libro beatnik -El Grito, de Ginsberg o uno guapo de Kerouac- en la librería beatnik de Lawrence Ferlinghetti City Lights y hacerse unas fotos en su escaparate y luego ir a media tarde al Beat Museum del 540 de la calle Broadway y a la salida, ya con el espíritu beatnik hasta los topes, ir a tomar unas copas beatnik en la misma calle, el Vesubio o The Cellar y, ya puestos, claro que sí, calarse la boina y acercarse hasta el 1010 de la calle Montogomery donde Ginsber escribiría su famoso El Grito (que previamente habréis comprado en City Lights). En estas, Sätty conoce a la que sería su mujer. Bueno, no solo eso, la mujer de Sätty (Sätty pide a Man, Myth & Magic no revelar su nombre pues la mujer de Sätty pertenece a una tribu nativa norteamericana que considera que si alguien equivocado, alguien que quisiera hacerte daño, conoce tu nombre, tu verdadero nombre, entonces podrá poseerte y hacer de ti lo que esa persona quiera) trabaja para que Sätty pueda dedicarse a dibujar, pintar o realizar collages y posters que ofrece a tiendas de discos y revistas musicales o fanzines de tiradas mínimas. Para ello, para crear y vivir, Sätty y su esposa de nombre no revelado (aunque nosotros hemos averiguado que se llama Martha -o Maria, según algunos- y que ella misma había sido una chica de colegio católico ávida de satisfacer sus fantasías luciferinas de deseo, voluptuosidad y comprensión, y que es medio francesa ) necesitan un lugar. Encuentran ese lugar en el 2141/43 de la calle Powell, un lugar conocido como el North Beach U-Boat por sus espacios sin ventanas, parecidos a un búnker. No es descabellado pensar que Sätty eligiera ese lugar de modo premeditado al recordarle a los búnkeres de Bremen donde durante la 2ª Guerra Mundial se refugiara de las bombas aliadas junto a su familia. A Sätty le gustaba fantasear con que aquellos búnkeres, aquellas cavidades o galerías habían sido ordenadas construir por el Rey Loco Ludwig II de Baviera, constructor del maravilloso castillo de Neuschwanstein. Sätty y su mujer llenan el lugar de tapices, terciopelos, alfombras hopi, espejos, un cadáver humano... Además de la cámara subterránea citada antes y el estudio encima de ella, Sätty mantiene otra habitación subterránea tallada en el lecho rocoso de una colina en la ciudad. Allí mezcla colores y algunas veces hace una pausa para dormir "hasta que se cumpla la necesidad de descanso". Un artista productivo e incansable. "Soy un Aries. De ahí es de donde proviene toda mi energía", dice. Ha pasado tanto como 300 horas durante un año en un solo montaje antes de estar satisfecho con él. "Es la visión la que exige que diga lo que la visión me da", razona. Es como una especie de posesión: "Para que el artista consiga lo que persigue es necesario que mantenga la hipótesis de un mundo de potencias y entes que lo habitan y tratan con él. El artista, para exorcizar esas potencias y darles sentido ha de hablar su lenguaje", añade. A menudo trabaja hasta altas horas de la madrugada, desarrollando sus propios colores, siempre que sea posible con materiales de la tierra. La cámara más pequeña alberga gran parte de su extensa biblioteca y muchos de sus objetos de arte inusuales. Sätty tiene un mecenas secreto. Se trata de una persona poderosa de la ciudad, muy interesada en el ocultismo que desea permanecer en la oscuridad. Los montajes y collages publicados por la revista Rolling Stone desde 1967 sirven para satisfacer la mayor parte de los gastos de la pareja. La esposa de Sätty ya no tiene que matarse a trabajar; el esfuerzo ha merecido la pena. Sätty y su esposa comparten edificio con dos amigos de Sätty, los también ilustradores psicodélicos y visionarios David Singer y Mark Twain Behrens.
Sätty considera que su trabajo es poco menos que una misión o mandato sagrado y se niega a vender sus creencias por cualquier cantidad de dinero. Mientras se sienta en una silla mullida en la habitación, el fuego de la urna se refleja en sus gafas sin montura. Cierra los ojos y pronuncia suavemente una frase alemana, que se traduce aproximadamente en: "Si una persona te miente una vez, la confianza se rompe". Neubert pregunta por el significado de esa frase, si ese significado es literal. Sätty no responde, se recoloca las gafas, esboza una sonrisilla enigmática y se echa un trago del vaso de alcohol al coleto.
Sätty dice a Neubert que considera a Albert Einstein un gran alquimista porque sus fórmulas combinan lo técnico y lo filosófico. Einstein es el ejemplo que usa cuando afirma que la mayoría de las personas interpreta el misticismo de la manera equivocada. Algunos lo usan "para ganar mucho dinero, pero la mayoría simplemente no sabe de qué se trata", dice. "Palabras como el misticismo han sido prostituidas", cree. "Lo que básicamente trato en mi obra de arte es el subconsciente. Para producir arte verdaderamente duradero, necesitas imágenes e ideas. Todo lo demás se convierte en un tecnicismo. Realmente hay otro mundo dentro de nuestro mundo. A través de la imaginación puedes verlo, acceder a ello. Es una cuestión de voluntad. No es fácil, poner esa voluntad a trabajar, pero la recompensa es alta. Casi todos podemos lograrlo si activamos solo un centro del cerebro a la vez. Aunque suele existir una gran resistencia para lograr esta acción y también hay un precio que se debe pagar. Los viejos alquimistas advierten que si ejercitas estas cosas debes tener cuidado y cuidarte más. Desafortunadamente, mucha gente ha entrado en un estado de contaminación mental debido a los medios de comunicación. No conocen la diferencia entre la verdad y la mentira. Pero si pueden abrir su subconsciente, pueden aprender. Yo intento hacerlo: abrir sus subconscientes ".
Sätty intenta implementar su visión a través de una colección oculta fantástica y masiva que se remonta a un texto de alquimia de 1630 y un gancho mágico y curativo de 1648. A partir de ahí, miles de libros de ocultismo, magia, misticismo, parapsicología, brujería, satanismo... y otros cientos de objetos mágicos: talismanes, hipocéfalos, varas y bastones, medallas y monedas, agujas y alfileres, huesos, piedras, espejos, bolas de cristal, calaveras de cristal, espejos negros, amuletos, velas, lingam, triquetas, runas, cruces, lauburus, shalagram shilás... Los viejos volúmenes tienen ilustraciones místicas que a menudo le inspiran y se convierten en parte de sus experimentos alquímicos con el arte. Además de grabados, dibujos y serigrafías, Sätty posee una hermosa colección de xilografías europeas de gran calidad y significado ocultista.
"Estoy convencido de que si el artista se mantiene independiente de la comercialización y evita los estereotipos, puede provocar un renacimiento. Todavía hay personas que apoyarán el arte en función de sus méritos. Sin embargo, es desafortunado que la industria y las galerías alimenten el arte abstracto, porque el arte abstracto suprime el subconsciente, suprime el pensamiento. El arte abstracto es solo eso, abstracto. La historia lo registrará como una mera forma de arte decorativa que existió como solo un destello en la historia de la humanidad". Sätty vuelve a la carga contra la comercialización del arte en un claro contrasentido con su propia producción en masa y su acercamiento a revistas populares, así como a mostrar su desprecio por el arte abstracto. Neubert contraataca nombrando esta vez a artistas como Madge Gill, Augustin Lesage, Frank Lowley, Victorien Sardou o Georgiana Houghton, y Sätty dice no conocer ninguno de esos nombres. Neubert dice a Sätty que todos ellos pintan o dibujan al dictado del subconsciente, automáticamente, como arrobados por potencias, dioses o presencias. Sätty se muestra interesado y le pide a Neubert que le anote esos nombres mientras las sombras en la cámara se van volviendo más profundas a medida que las llamas de la urna se atenúan y Sätty sonríe levemente mientras continúa explicando su compromiso artístico. "He tenido muchas oportunidades de ganar mucho dinero haciendo lo que otras personas querían que hiciera, pero estar satisfecho es más importante. Es más importante ser feliz. Tengo un buen presentimiento sobre mi trabajo. Este es sólo el comienzo. Creo que el proceso que estoy desarrollando puede convertirse en una de las formas de arte más bellas.
He querido crear un lenguaje visual que sea una alternativa a las imágenes impersonales de los medios de comunicación, un lenguaje en el que la imaginación se libera. El sentido de la misión social me lleva a favorecer las técnicas de reproducción masiva mecánica, donde mis collages generalmente se conciben no como piezas únicas y originales, sino como prototipos para la reproducción fotográfica.
Solo remotamente me siento relacionado con el estilo optimista y exuberante del arte psicodélico. Mi trabajo, aunque cercano, es más sombrío y onírico, de fantasía utópica y surrealista. Me interesan más los acentos desordenados de lo extraño y lo grotesco. Los reinos desencajados emergiendo en una superposición de iconografías conflictivas que inician secuencias sombrías y oníricas. Quiero que el observador se encuentre ante una de mis obras mirando territorios en los que debería verse su subconsciente; escenas de otro mundo subvertidas con personajes delicados. Configuraciones oscuras y en algún momento duras donde utilizo perspectiva, distancia, movimiento... pero donde también se aprecie tristeza, incertidumbre y mundos perdidos. El uso del clasicismo, la iconografía antigua y las historias californianas con las tecnologías modernas están para engañar al espectador, para jugar a juegos de relaciones rizomáticas, para que acepte que son armoniosas y nativas entre sí. Generalmente estoy excluido del mundo de los museos y las galerías. No consideran que un cartelista, como dicen peyorativamente, tenga sitio en sus espacios. Yo también lo creo así, mi arte es un arte vivo que navega por los mares procelosos de la imaginación y el subconsciente y los museos y muchas galerías son mausoleos, lugares donde solo se expone arte muerto y los visitantes acuden a comunicarse con eso inerte, sin solución de continuidad. Estoy pensando en hacer libros. He recibido ofertas para ilustrar varios libros de escritores que me interesan. El libro es un objeto potencialmente mágico y vivo, pues nunca se agota y viaja y va de mano en mano y a cada apertura de sus páginas lo mágico actúa".
Un año después, Sätty envía a la redacción de Man, Myth & Magic y a la atención de Robert W. Neubert su primer libro de ilustraciones titulado The Cosmic Bicycle donde se refleja la influencia de Max Ernst, sobre todo su propio libro de collages Una Semana de Bondad, y la imaginería de la película de animación del francés René Laloux, El Planeta Salvaje (Roland Topor colaboraría en el guión de la película, mientras que la música, -de imprescindible escucha- se debió al genio de Alain Goraguer). The Cosmic Bicycle se convirtió así mismo en un corto de stop motion en colaboración con el director Les Goldman. Hoy día puede verse íntegro en Vimeo.
Dos años después, en 1973, llegaría su segundo libro, titulado Time Zone. En 1975, el libro de ilustraciones para la obra de Bram Stoker Drácula en su edición anotada. Ese mismo año ilustra El Comedor de Hachís del oscuro escritor Fitz Hugh Ludlow, un libro autobiográfico en el que Ludlow describe sus estados alterados de conciencia y sus divagaciones filosóficas bajo los efectos de grandes cantidades de extracto de cannabis. Su último libro editado en vida es quizás el más conocido reconocido. Sätty siempre había sentido gran admiración por la obra de Edgar Allan Poe y no duda en aceptar la oferta de Warner Books para trabajar en una recopilación de relatos del oscuro escritor elegidos por el propio Sätty. En 2008, Regent Press editaría un último libro de dibujos de Sätty donde compilaba obras dedicadas a la fiebre del oro y la piratería.
Es 1976, y es un año de inflexión en la vida del artista. La psicodelia es tan solo un recuerdo lejano. Las bolas de luces de las discotecas pueden parecer espejos mágicos o collares de Indra donde reflejar el misterio del subconsciente que tanto se esfuerza por desentrañar Sätty, pero casan mal con la magia o el misticismo y solo reflejan el hedonismo y la superficialidad aparente de la música disco. Sätty cree ver en todo ello una rememoranza de los cultos dionisíacos. Los danzantes podrían parar el tiempo. Si quisieran, podrían ser derviches. No hay nada que hacer, no son danzantes sagrados. Sätty tiene un sueño. En el sueño ve a una multitud que abarrota su búnker, hombres y mujeres que beben y bailan y ríen y los dioses están por todos lados. Él no bebe ni baila. Siente su cuerpo golpeado por las furias y de pronto la música se detiene: todos le miran y él es un viejo de 86 años. En 1976 la mujer de Sätty abandona a Sätty. Sätty cae en una depresión e ingresa en desintoxicación. No funciona, Sätty se hace fuerte en su búnker estudio, se aísla, y bebe aún más. Según los pocos amigos que le quedan, como George Hunter, un antiguo músico de vanguardia y fundador de la banda psicodélica The Charlatans, Sätty es: "Como un personaje de cuento. Como si una fuerza maligna lo hubiera secuestrado y forzado a permanecer allí. Como un copista medieval en su celda, trabajando con el meticuloso perfeccionismo de un cortador de diamantes holandés y la obsesión de un paranoico poseído por una idea fija. Satty combinaba y recombinaba fragmentos en collages a menudo mágicos donde era imposible decir dónde terminaba la realidad y comenzaba la fantasía. Esa era su vida".
Es 1980, sí, y comienza una nueva década. La música disco también ha pasado. Es el tiempo del after punk y el negro del after punk y también de un cierto aperturismo a posiciones arriesgadas o de vanguardia en la música popular y la expresión artística. Da igual, en el búnker de Sätty sigue siendo 1967. Sus escasísimos amigos, viejos jipis que aún lo visitan y transigen sus desvaríos alcohólicos creen que le vendría bien un cambio, abandonar el búnker y trasladarse a un apartamento iluminado; quizás buscar una mujer o quizás someterse nuevamente a desintoxicación. Sätty no quiere oír hablar de ello y se recluye aún más. Su naturaleza ambigua implica una extraña pasión por algo intangible, como si el propio Sätty estuviera en el precipicio del descubrimiento. Sätty silenciosamente insta a otros a explorar su propia imaginación; absteniéndose de lo físico, ordenado y sensato, abrazando el otro mundo. Continúa trabajando meticulosamente en su cámara, su búnker, desarrollando sus collages que él deseaba fueran considerados como un lenguaje visual alternativo. Sin embargo, nadie se acuerda de él. Nadie hasta que a principios de 1982 un pequeño fanzine de inclinación neo-psicodélica de San Francisco llamado Time Zone, en honor a uno de sus libros de ilustraciones más conocido, se acuerda del dandy psicodélico, del mago ilustrador y artista de lo oculto y lo entrevista en su cámara subterránea como doce antes lo hiciera Robert W. Nuebert para Man, Myth & Magic en su apogeo creador. Sätty apenas tiene 42 años, pero parece mucho mayor por el alcohol y la soledad y a veces se muestra errático y habla de extraños percances y absurdas sincronicidades. No obstante parece bastante lúcido a la hora de declarar que: "Hay un tiempo en el lapso de las civilizaciones en que la energía creativa y el espíritu humano se concentran por completo, aunque brevemente. Cuando esto ocurre, la cultura en todas sus manifestaciones alcanza su cenit. El momento pasa; las civilizaciones disminuyen, solo para ser reemplazadas por otras. Este proceso de vida parece cíclico. Las comunidades se convierten en tribus, se convierten en naciones y se convierten en imperios que, como los soles, irradian su energía hasta los límites de su poder, luego se descomponen y finalmente se desvanecen, dejando solo rastros. Este ciclo, que puede continuar hasta que nuestro sol - o nuestro planeta - nos falle ... "
Días después, sufre uno de esos extraños percances y borracho como una cuba, en extraña sincronicidad con la muerte acaecida en similares circunstancias igualmente a los 42 años por el también mago psicodélico Jhon Balance (1962-2004), músico de Coil, cae por las escaleras mil veces bajadas de acceso al búnker-estudio, muriendo de los golpes recibidos como en el sueño de años atrás.
Sin embargo las furias no podían contentarse con tan poco, con solo su muerte. Tras esta, galerías y museos, aquellos lugares que Sätty habría señalado como lugares de muerte, se abalanzarían sobre su obra y la colgarían de sus blancas paredes como mausoleos: el Museo de Arte Moderno de San Francisco; el Museo de Arte Moderno, Nueva York; el Museo de Bellas Artes de Boston; el Museo Nacional de Arte, Belgrado o el Museo Nacional de Varsovia, entre otros. Espacios abiertos y llenos de luz traficando con muerte, diametral e irónicamente opuestos al reducido y oscuro cuchitril, el búnker, donde Sätty produciría la mayor cantidad de esa obra que llegó a creer que podía desentrañar el misterio del subconsciente humano, o por lo menos ponerle al observador cara a cara con él.
FIN